Creo que los besos se dan en la boca
porque es de donde brotan las palabras.
Ahí, donde el aliento dibuja promesas,
y cada palabra lleva el peso del deseo.
Si te besara la punta de los dedos,
estaría buscando la caricia perfecta,
esa que nunca se gasta,
esa que siempre queda en el aire.
Si besara tus párpados cerrados,
sería un intruso en tus sueños,
tratando de entender qué significa
estar contigo incluso cuando no estás.
Otra vez…
Si besara la planta de tus pies,
buscaría el rastro de tu camino,
ese que siempre regresa a casa,
donde nuestras sombras se encuentran.
Si te besara el codo,
buscaría el pliegue donde escondes
tus secretos más pequeños,
esos que ni tú te has contado.
Y si besara tu sombra,
sería como besar el eco de tu risa,
sabiendo que nunca puedo alcanzarte del todo,
pero sintiéndome tan cerca…
Otra vez…
Cada beso es un puente y un abismo,
un intento de bordear lo imposible,
de ser más que cuerpos separados
por la fina línea del miedo y la rabia.
Por eso, me detengo, quieta, alerta,
como quien contempla un amanecer
antes de que llegue la tormenta.
Porque amar es este equilibrio frágil,
este constante ir y venir entre
la entrega y la caída.
Shhh…
No quiero rompernos,
solo quiero descubrir hasta dónde llega el beso
antes de que llegue el daño,
antes de que el silencio nos tome
y solo quede la rabia de no haber sido.