Creo que los besos se dan en la boca
porque allí comienza el mapa del alma.
Es la brújula que señala el norte
cuando el resto del mundo
parece derrumbarse.
Si te besara los dedos,
buscaría los trazos de una caricia,
el arte que dejas en cada roce,
como quien dibuja sin lienzo.
Si besara tus pies,
seguiría el rastro de tus caminos,
esas rutas que, aun en su extravío,
siempre vuelven a lo nuestro.
Si besara tus párpados,
sería un náufrago pidiendo entrada
al océano de tus sueños,
donde las palabras no tienen peso
y las sombras son luz.
Otra vez…
Si besara tu sombra,
encontraría todo lo que callas,
el eco de lo que fuiste,
y quizá lo que aún te duele.
Pero cuando beso tus labios,
escucho mi voz regresar a mí,
como un reflejo en el agua,
como si tu cuerpo y el mío
fueran el principio y el final del lenguaje.
Shhh…
No quiero correr.
El amor es frágil, como un cristal al fuego.
Me quedo quieta, alerta,
esperando el momento justo,
ese instante donde el beso
se convierte en verdad
y no en herida.
Porque amar es cruzar fronteras invisibles
y darnos cuenta de que el límite
no es el cuerpo,
sino el miedo a ser tocados.