En el silencio que precede al alba,
donde el tiempo se deshace en sombras,
recuerdo el fuego que una vez nos habitó,
ese volcán de sueños que ardía sin pausa,
y cuyas cenizas ahora me cubren,
como un manto de estrellas apagadas.
Bebimos de la misma fuente,
aquella que brotaba entre grietas invisibles,
y en su corriente hallamos reflejos
de lo que nunca fuimos,
pero que anhelamos ser.
El agua divina, clara y eterna,
nos llevó a un lugar sin nombre,
donde el amor no era más que un susurro,
y el deseo, una llama que nunca se consumió.
Hoy, entre las ruinas de lo que fue,
siento el eco de tus labios,
el aroma de tu mirada,
y me pregunto si acaso el volcán dormido
despertará alguna vez,
o si su fuego quedará atrapado
en el satén blanco de los recuerdos.
Aún así, en esta desolación,
hay un destello de esperanza,
una luz que se filtra entre las grietas,
y me dice que el amor,
aunque fugaz,
es eterno en su esencia.
Explicación del poema:
Este poema explora la dualidad entre la pasión y la pérdida, utilizando la metáfora de un volcán dormido para representar el deseo que alguna vez fue intenso y ahora yace en silencio. La «agua divina» simboliza la conexión profunda y efímera que dos personas pueden compartir, mientras que las «cenizas» y el «santén blanco» evocan la melancolía de los recuerdos que perduran. A pesar de la desolación, hay un hilo de esperanza que sugiere que el amor, aunque transformado, nunca desaparece por completo.
Prompt para la imagen:
«Crea una imagen surrealista de un volcán dormido bajo un cielo estrellado, con un río de agua cristalina fluyendo desde su cráter. El agua refleja destellos de luz dorada, mientras cenizas flotantes se mezclan con el aire. Alrededor, un paisaje desolado pero hermoso, con telas de satén blanco ondeando suavemente en el viento, simbolizando recuerdos y emociones atrapadas en el tiempo. La atmósfera debe transmitir melancolía, pero con un toque de esperanza en los detalles luminosos.»