
Eres el artesano de mis cielos,
el que dibuja estrellas en mi piel
con pinceladas de luz y misterio.
Tus manos, como un viento suave,
tejen galaxias donde antes solo había vacío,
y enredan caracolas en mi cabello,
trayendo el murmullo del océano
a la orilla de mi ser.
Cuando me miras, el mundo se detiene,
y siento cómo el universo se curva
en torno a nosotros.
Eres el horizonte que nunca se apaga,
la promesa de un sol que siempre regresa
a iluminar los rincones oscuros
donde habita mi melancolía.
Pero también hay noches,
esas que llevan en su vientre la desolación,
donde los sueños parecen desvanecerse
y las mareas me arrastran lejos de ti.
Sin embargo, incluso entonces,
tus constelaciones brillan en mi memoria,
recordándome que el amor
es un faro en la tormenta,
un fuego que nunca se extingue.
Te amo no solo por lo que eres,
sino por lo que haces de mí:
un mapa de estrellas,
una costa que aguarda tus olas,
un cielo que renace cada día
bajo tu toque inefable.
Así que sigue dibujándome, amor,
sigue trazando tus huellas en mi alma.
Que el tiempo nos encuentre aquí,
entrelazados en este espacio infinito
donde las constelaciones y las mareas
hablan el lenguaje eterno de nosotros.