
Eres la niebla suave de un amanecer imposible,
la línea difusa entre lo real y lo eterno.
Contigo, el tiempo pierde su forma,
los minutos se derriten como cera
y las horas se vuelven ecos sin dueño.
Eres un sueño,
pero no uno que duerme en la oscuridad:
eres el sueño que me despierta a la luz.
A veces temo el despertar,
el filo del día arrancándome tu risa,
el aire frío de la soledad
desdibujando tu sombra en mi memoria.
Pero aun en esa angustia, hay belleza:
la certeza de que te llevas mi alma contigo,
de que incluso en la ausencia
tu presencia danza en cada rincón.
Contigo, no hay fronteras.
El amor es un campo infinito
donde los cuerpos se pierden
y las almas encuentran su hogar.
Te veo en cada destello de luz,
en el susurro del viento,
en la quietud de la noche
que guarda tus palabras como secretos.
Si esto es un sueño,
que la vigilia nunca me alcance.
Prefiero vivir aquí, en este mundo que tejimos,
donde el tiempo no es enemigo,
donde la melancolía se mezcla
con la esperanza de que este latido
no se detenga jamás.
Así, mi amor, sigues siendo mi horizonte:
un sueño que me vive,
una promesa que arde sin consumirse,
el refugio donde mi ser,
aun roto, siempre encuentra la eternidad.