
En el borde de esta noche interminable,
mi corazón busca el eco de un latido,
un murmullo perdido en las fisuras del tiempo,
donde la ausencia pesa como un cielo sin estrellas.
Te encuentro en los pliegues del viento,
en la danza huidiza de las sombras,
en la fragilidad del rocío
que se atreve a existir antes del alba.
Eres el fuego que no quema,
la ceniza que no se lleva el aire,
el río que corre en mi pecho
sin encontrar nunca el mar.
Y sin embargo, espero.
Espero como la semilla bajo la nieve,
como la luz atrapada en el cristal,
como el poema que aún no ha sido escrito.
Porque en cada vacío hay un susurro,
en cada pérdida, una promesa.
Y aunque el amor sea a veces
un faro solitario en un océano inmenso,
su luz nunca deja de buscar.
Hoy me armo de esperanza,
esa llama temblorosa
que se niega a extinguirse,
y dejo que el silencio hable,
porque en él,
siempre estás tú.