La memoria de tu ausencia

Despierto, y el aire murmura tu nombre
como un río que anhela volver al océano,
su corriente rota entre los ecos de tu voz.
La luz se deshace en sombras,
y en cada penumbra hallo el rastro
de tu partida, un susurro que nunca se calla.

Dormido, los mundos se rompen en tus ojos,
y el horizonte tiembla bajo el peso de un sueño.
Tu rostro, efímero, flota entre los pliegues
de la noche, como la estela que deja un cometa
que nadie más vio cruzar.

Te busco en cada latido,
en el silencio que arrulla la madrugada,
en los pliegues de la almohada
donde la soledad se disfraza de perfume.
Te busco en la furia del mar,
en la calma del amanecer,
en cada grieta de este corazón
que te sigue llamando.

Y aun así, hay una chispa,
un fuego escondido entre las ruinas,
un hilo de esperanza que danza en el vacío.
Quizá tu ausencia sea el lienzo
donde pinto el anhelo de tu regreso,
quizá esta desolación sea el preludio
de una aurora que aún no conozco.

Porque amarte es también esperar,
es arder en la melancolía
y renacer en la fe.
Amarte es sostener el mundo
en la palma de un sueño
y creer que aún queda tiempo
para tocar el infinito.

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