
No puedo esperar, amor,
a pasar el resto de mis días
hilando nuestros silencios
con el hilo invisible del alma.
Te amo, como la luna ama las mareas,
siempre regresando, siempre perdiéndose,
en un vaivén que no entiende del tiempo.
Te encuentro en cada sombra,
en la caricia fugaz de un viento desconocido,
en los caminos donde mi soledad
te busca con pasos inciertos.
Eres el fuego que danza en la penumbra,
la promesa que arde en lo profundo
de una noche que no sabe apagar su deseo.
Y sin embargo, hay desolación en este amor,
como un río que se desborda en la lluvia,
como la flor que sabe que su esplendor
es tan efímero como eterno.
Pero también hay esperanza,
una luz frágil que se resiste a morir,
una melodía que aún vibra
en las cuerdas rotas de mi corazón.
No puedo esperar, amor,
a pasar el resto de mi vida contigo.
Te amo con la fuerza de las estrellas,
que brillan aun cuando el universo
parezca desmoronarse.
Porque en ti,
el tiempo no es más que un susurro,
un eco perdido en la vastedad
de lo que somos juntos.