
Dicen que somos polvo,
eco fugaz en la garganta del tiempo,
pero yo he probado el néctar
que desarma relojes y renombra la sangre.
Fue en tu boca —
ese instante primero en que el mundo,
como un vaso demasiado lleno,
se atrevió a derramarse.
Luego el vino,
cálido y cruel como las verdades felices,
me hizo danzar con mi sombra
hasta que la risa olvidó el abismo.
Desde entonces,
no sé si he vivido mil años
o apenas un suspiro sostenido.
Solo sé que, contigo,
la muerte no tiene dónde quedarse.
Explicación del poema:
Este poema responde al texto original —»Todos somos mortales hasta el primer beso y la segunda copa de vino»— extendiendo su idea en un plano existencial y emocional. Explora cómo ciertos momentos, como un primer beso o compartir el vino con alguien significativo, rompen la percepción del tiempo y la muerte. El yo poético trasciende su mortalidad no porque se vuelva eterno, sino porque en esos instantes, la eternidad ocurre. El tono equilibra la melancolía del paso del tiempo con una esperanza vibrante y la celebración de lo vivido intensamente.
Prompt para crear la imagen en Copilot:
«Una escena íntima y etérea en la que dos siluetas comparten un beso bajo una luz cálida y difusa, como si el tiempo se hubiera detenido. Una copa de vino medio vacía reposa cerca, reflejando estrellas como si el universo estuviera contenido en ella. El fondo debe ser onírico, como si flotaran en un rincón suspendido del tiempo, con tonos dorados, rojizos y un leve resplandor que sugiere eternidad.»