
A veces, en la quietud del mundo,
te pienso y el aire cambia de forma,
como si tu risa tejiera en el viento
un mapa secreto hasta mi alma.
Eres la línea invisible
que une mis latidos al horizonte,
el pulso oculto en la madera
de cada puerta que abro soñándote.
No importa la distancia,
ni el silencio, ni la noche que nos cubre;
tu nombre sigue ardiendo en mis labios
como un faro en medio de la tormenta.
Y aunque el tiempo nos desdibuje,
aunque seamos apenas un eco en la brisa,
sé que en algún rincón del universo
tus pensamientos me tocan,
como yo te toco ahora,
sin manos, sin palabras,
solo con la certeza de que existes
en cada luz que me devuelve la sonrisa.