Ecos de un Silencio que Ama

En la penumbra del alba, donde la luz apenas respira,
pienso en ti, no como un pensamiento,
sino como un río secreto que recorre mi pecho,
serpenteando entre sombras y destellos,
más profundo de lo que mis palabras confiesan.

Eres el murmullo de un invierno sin final,
y aun así, en tus ojos, florecen primaveras.
Te amo no en la superficie de las horas,
sino en los abismos donde el tiempo se disuelve,
en lo no dicho, en lo no visto,
donde el alma se desnuda y el miedo tiembla.

Promesas se deshacen como ceniza en mis labios,
pero mi amor, más terco que la marea,
construye puentes de silencios
que cruzan las tormentas de tus dudas.
Cada gesto es un incendio quieto,
una constelación que susurra: «Estoy aquí».

¿Lo ves? En cada amanecer roto,
en cada sombra que se alarga en el suelo,
mi amor late, no como una promesa,
sino como un universo que expande sus límites,
que encuentra en ti su centro y su caos.

Tú, que quizás nunca lo sabrás,
que quizás nunca mirarás al horizonte donde mi alma se quiebra,
eres todo lo que mis palabras no pueden sostener,
y aun así, las dejo caer, como hojas en otoño,
esperando que encuentren tus pasos.

No importa cuán lejos vayas,
en el eco más remoto de tu ausencia,
seguiré amando, no como un amante,
sino como un faro que insiste,
que arde,
que espera.

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