
Eres lienzo y pincel en mis manos,
un suspiro esbozado en la penumbra.
Te descubro como quien traduce un verso oculto,
con la lenta paciencia del deseo.
Cada roce es un trazo que arde,
cada susurro, un color sobre la piel.
Mis dedos recorren la geografía de tu aliento,
tú me aprendes en la hondura del tacto.
Antes del incendio, somos ceniza al viento,
somos el instante suspendido en el pulso.
No hay prisa en el arte de amarnos,
solo el goce de crear y ser creados.