El arte de compartir el mundo

Desde que llegaste,
el mundo dejó de ser un lugar solitario.
Ahora es un lienzo que pintamos juntos,
con trazos de risas,
manchas de lágrimas,
y colores que solo existen
cuando estamos los dos.

Hemos hecho todo juntos,
incluso lo que no se ve,
lo que no se cuenta,
lo que solo se siente.
Hemos compartido el pan y la sal,
el silencio y el ruido,
los sueños y los miedos.
Hemos engordado el alma
con tantos momentos que ya no caben
en el espacio que nos separa.

Y sí, tal vez también hemos engordado
en cuerpo, en risas, en complicidad.
Pero eso solo prueba
que estamos hechos de la misma materia,
que somos dos mitades
de un mismo universo,
dos notas de una misma canción,
dos versos de un mismo poema.

No sé si el destino nos unió
o si fuimos nosotros
quienes decidimos encontrarnos.
Lo único que sé es que contigo
hasta lo imperfecto es perfecto,
hasta lo trivial es sagrado,
hasta lo pequeño es infinito.

Porque contigo,
el mundo no es un lugar para sobrevivir,
sino para vivir,
para reír,
para amar.
Contigo,
incluso las cosas más simples
se convierten en arte,
en magia,
en eternidad.

Así que sigamos haciendo todo juntos,
incluso equivocarnos,
incluso caernos,
incluso levantarnos.
Porque estamos hechos el uno para el otro,
no para ser perfectos,
sino para ser felices,
para compartir este mundo
y hacerlo nuestro,
un latido a la vez.

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