
Con toda mi alma te amo,
como el río al que le basta el mar
para olvidar las piedras que hieren su cauce.
Tú llenas mi vida,
desbordando el eco de días rotos,
borrando las sombras que una vez
pintaron de gris mi memoria.
Tus ojos, faros en un océano de incertidumbre,
me miran, y en ese instante
me pierdo, me encuentro,
me hechizas y me enamoras,
mi reina, mi vida,
mi bendición susurrada al viento.
Eres el regalo que el universo esconde
entre la fragilidad de los días;
un milagro que sonríe
y renueva mis esperanzas.
Al verte, mi existir renace,
como el sol que no teme
a la nostalgia de la noche.
Cobijas mis noches de frío
con el calor de tu cariño,
y en tu vigilia callada,
esperas mi llegada.
Mientras tanto, yo,
prisionero del instante,
deseo detener el tiempo
para perderme en la eternidad de tu piel.
Con toda mi alma te amo,
y en el eco de tus risas
encuentro la melodía
que me devuelve a la vida.