
Si el tiempo fuera un río dócil,
lo surcaría hasta aquella orilla,
donde tu risa quebró el silencio
y mi mundo cambió su brújula.
No elegiría un futuro incierto
ni borraría sombras del ayer,
solo volvería a ese instante puro
donde el amor aún no dolía.
Porque hay memorias que no envejecen,
que arden suaves en la piel del alma,
y aunque el destino nos haya roto,
tú sigues siendo mi primer milagro.
No lamento lo que el viento nos llevó,
ni el frío que dejó la despedida,
pues en mis noches más calladas,
tu risa aún resuena en mi vida.