El Eco del Deseo

Entre mis labios quedó su nombre,
no dicho, sino sentido.
Como un fuego silente bajo la lengua
que quema sin cenizas ni sonido.

No era el cuerpo solo,
ni el juego húmedo de la entrega,
era el temblor antiguo del alma
que al rendirse se eleva.

Cada caricia fue oración sin templo,
cada gemido, una confesión pagana.
Y en el vaivén de su aliento contra el mío
descubrí la forma más pura del habla.

Él no me poseyó,
fue mi hambre quien lo hizo.
Y yo no fui suya,
fue el deseo quien me abrió caminos.

No hubo vulgaridad,
solo instinto bendecido por la noche,
cuando los cuerpos se vuelven palabras
y el silencio se viste de roce.

Ahora entiendo:
la pasión también puede ser arte,
cuando en la piel dibujamos
lo que el alma no sabe contarte.


Explicación del poema:

«El Eco del Deseo» no responde al erotismo explícito con otra escena sexual, sino que lo transforma en una introspección sensual y espiritual. Toma la energía del poema original —carnal, intensa, entregada— y la eleva a una dimensión más simbólica: el deseo como lenguaje del alma. Es una visión de la sexualidad como puente emocional, donde cada acto es una revelación, y no solo una posesión. Un contrapunto que no niega la pasión, sino que la interpreta como algo trascendente y lleno de significado.


Prompt para la imagen en Copilot:

«Una imagen poética y sensual de dos figuras entrelazadas en penumbra, sus cuerpos apenas sugeridos por la luz tenue. La escena debe transmitir intimidad espiritual y deseo profundo, no solo físico. Que haya un contraste entre sombras suaves y reflejos brillantes, con detalles etéreos como humo, seda o fuego flotando en el ambiente. La sensación debe ser de fusión emocional y mística, como si el amor y el deseo fueran parte de un mismo rito sagrado.»

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