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(Cuando el deseo aún arde, pero el alma empieza a dudar.)
Tus manos siguen el mapa de mi piel,
pero ya no descubren nada nuevo.
Cada caricia es un sendero repetido,
un eco de lo que fuimos ayer.
Me besas con la furia de siempre,
pero en el fondo de tu aliento
hay una brisa distinta,
una duda que se enreda en mi pelo.
Nos buscamos en la penumbra,
pero el temblor que antes era urgencia
ahora parece vértigo,
un miedo sin nombre
agazapado en la curva de la noche.
Nos aferramos al incendio,
pero las brasas ya no ciegan
y en la sombra proyectada en la pared
hay dos cuerpos que se aman
y al mismo tiempo se pierden.
El fuego resiste,
pero su llama comienza a flaquear.