El eco que florece

Cada instante que se aleja
no se pierde en el vacío,
sino que se siembra
en el jardín de la memoria.

No es un adiós,
sino una transformación:
de presencia a esencia,
de fuego a ceniza,
de voz a eco.

Ese eco que habita
en los rincones del alma,
que susurra en las noches largas
y resuena en los días cortos.

Es la semilla que no muere,
la que se hunde en la tierra oscura
y brota en forma de fuerza,
de raíces que sostienen
cuando el viento quiere derribar.

Es el recuerdo que no pesa,
sino que aligera,
que nos empuja
hacia lo que creímos imposible,
hacia la mejor versión
de lo que somos.

Porque lo que se va
no siempre se pierde.
A veces, se convierte
en la luz que nos guía,
en el abrazo que nos salva,
en el eco que florece
cuando más lo necesitamos.


Explicación del poema:
Este poema explora la idea de que los momentos y las personas que parecen perdidos no desaparecen del todo, sino que se transforman en algo más profundo y duradero. A través de imágenes como semillas, ecos y raíces, se transmite un mensaje de esperanza y resiliencia, sugiriendo que lo que parece ausente sigue vivo en nuestra memoria y en nuestro corazón. El poema entrelaza melancolía y esperanza, recordándonos que incluso en la desolación hay un germen de fortaleza y crecimiento. Invita a reflexionar sobre cómo lo que dejamos atrás puede convertirse en una fuente de inspiración y fuerza.


Prompt para crear la imagen en Copilot:
«Un jardín en penumbra, con un suelo fértil y oscuro donde crecen flores luminosas que brotan de semillas enterradas. En el centro, un árbol con raíces profundas y ramas que se extienden hacia un cielo lleno de estrellas. Alrededor, ecos de luz que parecen flotar en el aire, simbolizando los recuerdos que perduran. La atmósfera debe ser melancólica pero llena de esperanza, con tonos fríos y cálidos en equilibrio, evocando la transformación y la resiliencia.»

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