
Contigo he aprendido
que el amor no tiene fronteras,
que no entiende de límites,
que no se mide en cantidades,
sino en intensidades.
He descubierto que siempre puedo amar más,
que siempre puedo dar más,
que siempre puedo ser más,
porque el amor no se agota,
sino que se multiplica,
como un río que nunca deja de fluir,
como un sol que nunca deja de brillar.
Contigo, he vencido a mi mente,
a sus dudas,
a sus miedos,
a sus preguntas sin respuesta.
Porque el amor no es algo que se piensa,
sino algo que se siente,
algo que se vive,
algo que se entrega
con la certeza de que,
al hacerlo,
no pierdo,
sino que gano.
Y es que el amor que doy
vuelve a mí multiplicado,
no en formas materiales,
sino en momentos,
en miradas,
en abrazos que dicen más que mil palabras.
Vuelve a mí en tu sonrisa,
en tu voz,
en tu presencia que me recuerda
que el amor no es un acto de equilibrio,
sino un acto de entrega,
de confianza,
de fe.
Contigo, he comprendido
que el amor no es algo que se busca,
sino algo que se encuentra,
algo que se construye,
algo que se comparte.
Y en ese compartir,
he descubierto que el amor
no es algo que se acaba,
sino algo que crece,
que se expande,
que se hace infinito.
Así que hoy celebro este amor,
no como algo que tengo,
sino como algo que soy,
algo que vivo,
algo que siento
en cada latido,
en cada respiro,
en cada instante que compartimos.
Porque contigo,
el amor no tiene fin,
y yo soy afortunado
porque puedo amar
sin límites,
sin miedos,
sin condiciones.
Porque contigo,
el amor es infinito,
y yo soy infinito
en él.