
No soy un puente
que cruzas de paso,
ni un faro que ilumina
solo cuando la noche es larga.
No soy la segunda copa de vino,
la que se toma cuando la primera
no calma la sed.
No soy el silencio que llena
los huecos de otra voz.
Soy el mar que reclama su orilla,
el fuego que no se apaga
con promesas vacías.
Soy la canción que no se repite,
la que se canta con el alma desnuda.
No valgo menos
que un amor dividido,
ni más que un corazón
que no sabe elegir.
Valgo lo que soy:
entero, sin fisuras,
sin medias tintas.
No quiero ser el consuelo
de un amor que no me elige,
ni el refugio provisional
de un corazón indeciso.
Quiero ser el destino,
no la parada en el camino.
Porque el amor no se divide,
no se fragmenta,
no se reparte como pan
en una mesa vacía.
El amor es un solo nombre,
una sola llama,
un solo latido.
Explicación del poema:
Este poema explora la dignidad en el amor y la negativa a ser una opción secundaria. A través de imágenes como el mar que reclama su orilla y el fuego que no se apaga, se transmite un mensaje universal sobre la importancia de ser amado de manera completa y exclusiva. El poema entrelaza melancolía y esperanza, reflejando el dolor de sentirse relegado, pero también la fortaleza de quien se valora a sí mismo y exige reciprocidad. Invita a reflexionar sobre el respeto, la autenticidad y la integridad en las relaciones amorosas.
Prompt para crear la imagen en Copilot:
«Un mar embravecido bajo un cielo tormentoso, con olas que chocan contra unas rocas en primer plano. En una de las rocas, un faro solitario ilumina la escena con una luz tenue pero firme. En el horizonte, un barco se aleja, simbolizando las decisiones y los caminos que se toman. La atmósfera debe ser dramática pero llena de fuerza, con tonos fríos como azules y grises, pero con destellos de luz cálida que emergen entre las nubes, representando la esperanza y la dignidad.»