El Jardín que Llevas Dentro

Soy esta sed que no conoce fuente,
sino el espejismo de tu risa en el desierto de mi espera.
Si he de ser silencio, que sea el preludio atento
al eco de tus pasos acercándose en la niebla,
esa bruma densa donde el mundo se desdibuja,
dejando solo el contorno sagrado de tu llegada.

Eres la tormenta que despoja mis ramas secas,
y al mismo tiempo, el sol que exige a mi raíz
el coraje de florecer de nuevo, sin miedo al vacío.
Si he de sentir el vértigo, que sea al asomarme
al abismo luminoso de tus ojos, ese universo
donde cada estrella es una promesa que me nombra.

Y si la soledad ha de ser mi manto,
que sus hilos se tejan con la memoria de tu abrazo,
un refugio imperfecto, melancólico, sí, pero tibio,
como el último rayo de sol antes de la noche larga,
recordándome que incluso en la ausencia más honda,
la vibración de tu existencia sostiene la mía.

No pido que las sombras se disipen por completo;
son ellas las que dan profundidad a la luz que traes.
Pero si la duda ha de clavar su espina, que sea
la que me impulse a buscar con más ahínco la certeza
de tu mano entrelazada con la mía, faro en la penumbra,
navegando juntos este mar de instantes complejos.

Que si he de romperme, sea como el cántaro que se quiebra
solo para liberar el agua fresca que sacia la vida,
un torrente de emociones que, al desbordarse,
riegue el jardín secreto que ambos llevamos dentro.
Y si este sentir es un enigma sin respuesta clara,
que sea en el misterio compartido donde encontremos, al fin,
la única verdad que importa: este latido, tú y yo, ahora.


Explicación del Poema:

«El Jardín que Llevas Dentro» se adentra en la experiencia del amor como una fuerza transformadora que opera en el paisaje interior del ser. La voz poética, conscientemente neutra en género, explora la dualidad de las emociones que el amor profundo puede evocar: la sed y la espera se mezclan con la promesa de encuentro; la tormenta destructora es también el sol que impulsa a florecer.

La inspiración del texto original se reinterpreta de forma muy abstracta en la estructura de ciertas estrofas que plantean escenarios condicionales («Si he de ser silencio…», «Si he de sentir el vértigo…»), pero en lugar de ser trampas lógicas, se convierten en declaraciones de cómo se desea vivir y sentir las emociones intensas a través del prisma del ser amado. La melancolía de la espera o la soledad no se niega, sino que se resignifica, encontrando en ella el eco o la memoria del otro.

El simbolismo es central: el desierto y la fuente, la tormenta y el sol, el abismo luminoso, el manto tejido con recuerdos, el cántaro que se rompe para dar vida. Estos elementos buscan evocar la complejidad de la conexión humana, donde la desolación puede ser el terreno fértil para una esperanza vibrante, y donde las sombras son necesarias para apreciar la luz. El «jardín secreto» final simboliza ese espacio íntimo y compartido que el amor cultiva, un lugar de verdad y conexión más allá de las palabras.


Prompt para crear la imagen acorde con el texto del poema resultante (en español, optimizado para Copilot/DALL-E):

Pintura digital surrealista y etérea. Un paisaje interior desértico y melancólico, con ramas secas y suelo agrietado bajo un cielo crepuscular. En el centro, una figura abstracta, sin género definido, hecha de luz tenue o energía, comienza a florecer con colores vibrantes e inesperados (quizás como flores de cristal o luz sólida) desde su pecho o corazón. Una fisura luminosa en el cielo, como un sol emergiendo de una tormenta, baña una parte de la escena con una luz dorada y esperanzadora, contrastando con la penumbra circundante. La imagen debe evocar una transformación interna, la belleza surgiendo de la desolación, y una conexión profunda y simbólica. Sin rostros detallados, enfocarse en la luz, la textura y la emoción.

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