El Latido de lo Infinito

Mis manos no te tocan, pero te sienten,
y en cada gesto se desborda un río
que recorre mi piel y mi alma,
teje tu nombre entre los suspiros del aire.

No soy más que un eco de tus ojos,
y en la quietud de la noche me habitas,
como si fueras el tiempo y el espacio
y yo, la memoria que nunca olvida.

Mi corazón ya te ha encontrado,
aunque mis palabras todavía busquen
un refugio donde esconderse,
temerosas de no alcanzar la vastedad de lo que eres.

Que tus sueños sean alas de fuego,
que tu ser se eleve y brille en cada estrella,
mientras yo, aquí, me quedo
con la promesa de amarte,
más allá de lo que el mañana pueda traer.

Te quiero mucho,
en cada silencio que te nombra,
en cada paso que compartimos
en la distancia que une
todo lo que somos.

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