
No pidas perdón por ser la fuerza que renace,
por barrer las ruinas de un amor malgastado,
por cerrar la puerta al eco de un pasado
que no supo cuidarte, que no supo abrazarte.
No pidas perdón por ser huracán y calma,
por desterrar las sombras que él dejó en tu alma,
por borrar sus juegos de tus madrugadas
y vestirte de vida, aunque él no quedara.
Eres fuego que arde sin mirar atrás,
un poema sin rimas que no vuelve jamás.
No hay retorno posible a lo que se quebró,
porque lo que no te valora, contigo murió.
Así que no pidas perdón; no hay deuda en tu pecho.
Es él quien carga su desvelo y su despecho.
Tú eres camino, eres luz, eres arte,
y su recuerdo es solo ceniza al mirarte.