El umbral de tus sueños

En el silencio que deja la noche,
cuando el tiempo se deshace en suspiros,
me encuentro navegando entre sueños
que llevan tu nombre escrito en espuma.
Cada ola es un instante que se quiebra,
cada susurro, una promesa que arde.

De día, eres el eco que llena el vacío,
un destello que irrumpe entre la bruma,
el hilo invisible que me guía
hacia un horizonte que nunca se fija.
Eres la pausa entre el sol y la sombra,
el aliento que transforma el polvo en flor.

Pero en la oscuridad, cuando cierro los ojos,
mi alma se desprende de su forma,
busca el calor que nace de tu ausencia,
y encuentra en tus labios imaginados
la certeza de un mundo que no teme
a la fragilidad de su propio deseo.

Es allí, en ese umbral donde la realidad tiembla,
donde te dibujo con palabras que no sé pronunciar.
Eres más que carne, más que aire;
eres la eternidad atrapada en un instante,
un fragmento de luz que atraviesa mi ser
y se queda, incluso cuando todo se apaga.

Quisiera despertar junto a ti,
no como quien huye de un sueño,
sino como quien despierta al universo
y lo encuentra vibrando en tus pupilas.
Porque incluso la desolación,
en el fulgor de tu mirada,
es solo el preludio de una esperanza vibrante.

Así te amo, en el límite de lo imposible,
en el vaivén de las horas que nos apartan
y los momentos que nos devuelven,
como dos estrellas que se buscan
en el vasto e infinito abismo del cielo.

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