
No me hables de castillos,
ni de cenas bajo cúpulas doradas.
He aprendido que el alma no se abriga
con mármol ni promesas de cristal.
Lo que busco no brilla,
pero calienta en invierno.
No tiene precio,
pero vale la paz de un pecho
que respira al compás del mío.
He visto amores viajar en primera clase
y estrellarse al primer silencio.
Y también he visto miradas,
quietas en una estación cualquiera,
que decían más que un anillo,
más que mil fiestas.
Dame tus manos sinceras,
un abrazo que dure más que el eco,
una palabra que no tema al vacío.
Dame tu risa cuando no hay nada
que celebrar más que estar vivos,
y tu presencia,
cuando todo lo demás se ha ido.
Porque lo importante,
lo que nunca se arruga ni se oxida,
no es el techo, ni el reloj,
ni la cuenta en el banco.
Es el cuerpo que se queda
cuando la vida pesa.
Es el alma que no huye
cuando se apagan las luces.
Explicación del poema:
“El Valor de Quedarse” es una declaración de amor que rechaza las apariencias y los lujos materiales, enfocándose en lo esencial: la presencia, la sinceridad y el compromiso emocional. A través de imágenes poéticas y contrastes simbólicos, el poema explora la idea de que el verdadero valor de una relación está en la entrega diaria, en la constancia, en el calor de la presencia despojada de adornos. Es una celebración del amor genuino, el que permanece cuando todo lo superficial se desvanece.
Prompt para la imagen acorde al poema:
Una pareja sentada en un sofá viejo pero acogedor, en una habitación sencilla iluminada por una tenue luz cálida. No hay objetos de lujo: solo una manta compartida, una taza de té humeante y miradas que se cruzan con profundidad. En la ventana se ve llover suavemente, y el interior emana calma y amor auténtico. La escena debe transmitir intimidad, honestidad emocional y la belleza de lo simple.