
Prefiero la autenticidad a las promesas vacías,
la verdad desnuda que arde,
como un hilo de luz rompiendo la penumbra.
Quiero conocer a alguien real,
un alma sin máscaras ni disfraces,
que no tema la crudeza de sus cicatrices
ni el vértigo de sus sueños.
Eres tú, quizás, esa llama inquieta,
la pausa entre dos notas que resuenan en el abismo.
Tu risa, un verano extraviado entre inviernos,
y tus ojos, pozos infinitos
donde me hundo para volver a nacer.
Hay en tu presencia algo de aurora,
un filo de esperanza suspendido en el aire,
como si la melancolía misma aprendiera a sonreír.
Y aunque el mundo caiga en sombras,
me aferro a tu aliento,
a la promesa tácita de tus manos.
No quiero espejismos ni amores por mitades,
sino el caos y la calma,
las heridas abiertas y los labios que las cierran.
Porque entre la oscuridad y el fulgor
te elijo a ti,
real, imperfecta,
y maravillosamente humana.