
Llegaste como un susurro al amanecer,
rompiendo en olas la calma de mi vacío.
Tu risa, un faro en mi tormenta,
tu mirada, el sol que incendia mis inviernos.
Eres el eco de un canto olvidado,
la melodía que el viento no pudo callar.
En ti, amor, los días nacen sin prisa,
y la noche se tiñe de estrellas por llegar.
Tus ojos, dos abismos que despiertan cielos,
cautivan mi alma con un vuelo sin regreso.
Tu voz, un río que arrastra mi desolación,
crea jardines donde antes hubo desiertos.
¿Cómo no rendirme al milagro de tu presencia,
si en tus abrazos hallé el mapa de mi hogar?
Eres la marea que me lleva y me devuelve,
el refugio donde el tiempo no puede entrar.
Así, amor, en ti naufrago y me encuentro,
en el vaivén de tus caricias infinitas.
Eres mi principio, mi constante y mi final,
mi promesa de eternidad cumplida.