Las raíces de nuestro cielo

Veintiséis años no son solo un número,
son las raíces que hemos plantado
en este suelo que nos sostiene,
en este cielo que nos abraza.
Cada año, una rama,
cada día, una hoja,
cada instante, un fruto
que hemos cosechado juntos,
con manos que a veces temblaron,
pero nunca soltaron.

El pasado nos enseñó
que la felicidad no es un destino,
sino un camino que se camina,
un sendero que se abre
con risas, con lágrimas,
con silencios que hablan más que las palabras.
Aprendimos que el amor no es perfecto,
pero es verdadero,
que no es un fuego que consume,
sino una luz que guía.

Gracias por estar a mi lado,
por entregar lo mejor de ti,
aunque a veces lo mejor
fuera solo un suspiro,
una mirada,
un gesto pequeño
que decía todo lo que no podían las palabras.
Gracias por entender
que yo también intento,
que a veces tropiezo,
que a veces caigo,
pero siempre me levanto
porque sé que estás ahí,
esperándome con los brazos abiertos.

Hemos construido un mundo,
no de paredes y techos,
sino de momentos y recuerdos,
de sueños que se hicieron realidad
y de otros que siguen esperando.
Hemos aprendido que el amor
no es un lugar al que se llega,
sino un viaje que nunca termina,
un río que fluye
y nos lleva hacia lo desconocido,
pero siempre juntos.

Así que hoy celebro no solo los años,
sino todo lo que hemos sido,
todo lo que somos,
y todo lo que seremos.
Celebro las raíces que nos unen,
las ramas que nos elevan,
y el cielo que nos espera.
Porque contigo,
el tiempo no es una medida,
sino un regalo,
un viaje,
un hogar.

Feliz aniversario,
porque hoy no solo celebramos el pasado,
sino el presente que compartimos
y el futuro que nos espera,
con las manos entrelazadas
y el corazón lleno de gratitud.

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