Lumbre en la penumbra

El fuego se desliza, sigiloso,
por los pliegues de una noche rota,
y en los espacios vacíos de aquella almohada
donde tus labios,
ardidos de desvelo,
dibujaron rutas entre mis piernas,
me envuelve el eco de un beso infinito.

¿Quién soy sin tu tacto,
si cada latido se ha vuelto ceniza
y la melancolía pesa en el aire,
como un suspiro que nunca escapa?

Pero en este abismo de soledad candente,
hay un resplandor que persiste,
un fulgor frágil y sin nombre
que se aferra al hueco de tu sombra,
como si el amanecer fuese un pacto secreto
entre mi corazón y tu ausencia.

Así, me pregunto:
¿es la esperanza un incendio
o un sueño que arde lento en el alma?
No lo sé, pero camino,
sobre brasas suaves, hacia el calor de ti,
donde aún existe la promesa
de que la lumbre y la piel
sean uno otra vez.

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