
Quisiera envolverme en el vaivén eterno
de tus traviesas letras,
donde cada palabra baila en un abismo
que no cesa de llamarme.
Que el susurro de tus suspiros
sea un eco suspendido,
un canto de alas rotas
que se acuna en mis oídos,
como un murmullo de estrellas
rozando la orilla de la noche.
Tu voz, hilo de plata,
teje entre la melancolía
y el sol que despierta en mi pecho,
una esperanza que no se nombra,
pero que insiste en florecer
bajo el peso de los inviernos.
En tu sombra hallé un refugio,
en tu luz, un abismo.
Y sin embargo, no temo caer,
pues en la caída descubro
la brisa, el vértigo, la vida.
Eres el instante suspendido
entre el dolor y la dicha,
una constelación que se disuelve
y, al mismo tiempo, permanece.
Deja que me pierda,
que me queme en el fuego
de tu huella indeleble,
y que el susurro de tus suspiros
vuelva a acunarme,
en un vaivén sin fin.