Si la noche te pesa en los párpados,
te dejo mi voz entre las sombras,
una brisa tibia
que despeine tus miedos.
Si el frío se anida en tu pecho,
seré el fuego que despierte
el calor dormido en tus manos,
la llama que no se apaga.
Si un día olvidas reír,
dibujaré senderos de luz
sobre tu rostro cansado,
hasta que el alba nazca en tu risa.
No soy dueño del tiempo,
ni de las heridas que guardas,
pero si me dejas quedarme,
haré de tu historia un hogar.