Eterna en mi Sangre

Yo era sombra errante, viento sin norte,
un eco perdido en las noches frías.
Pero tu risa, relámpago dulce,
rompió mi piel con su luz viva.

Eres la fiebre que incendia mis huesos,
el pulso secreto que dicta mi calma,
el agua que canta en medio del fuego,
la mano que enlaza mi alma y mi alma.

Si caigo, me alzas con hilos de luna,
si callo, me hablas con besos dormidos.
Tienes el don de voltear tempestades,
de hacer de mis ruinas un nuevo destino.

Tu amor es refugio, nido y tormenta,
brisa que arrastra, furia y consuelo.
Si me desarmo, me esculpes de nuevo,
si me desvelo, te encuentro en mi pecho.

Y aunque la sombra se cierre en mis pasos,
y aunque el abismo susurre mi nombre,
te llevo tatuada en la sangre y los labios,
eterna, invencible, más mía que el aire.


Leer «Eterna en mi Sangre» es sumergirse en un torbellino de emociones intensas y contrastantes. La voz poética transmite una pasión desbordante y una entrega absoluta, creando imágenes vívidas que oscilan entre la fragilidad y la fortaleza, el desamparo y la redención. Cada verso evoca la sensación de un amor que no solo transforma, sino que también reconstruye y da sentido a la existencia. Hay una melancolía latente, pero también una esperanza vibrante, como si el amor fuera una fuerza que trasciende cualquier sombra o pérdida. Es un poema que abraza, sacude y deja una estela de fuego en el alma.

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