La estrella que nunca duerme

En el vasto silencio de mis noches,
tu luz atraviesa la penumbra
como un susurro que se niega a desvanecerse.
Eres la estrella que no solo observa,
sino que me habla,
que guía mis pasos errantes
cuando el mundo parece perder su forma.

No te pido que ilumines todo,
solo que estés ahí,
constante y serena,
un faro en el océano de mis soledades.
Porque en tus destellos encuentro calor
y en tu distancia, un extraño consuelo,
como si el universo hubiera decidido
poner un pedazo de ti
allá arriba, eterno, para mí.

A veces me pregunto
si también te sientes sola allá en lo alto,
rodeada de vacío y murmullos apagados.
Si es así, quiero que sepas
que te llevo conmigo,
que en mi oscuridad habitas tú,
brillando como la promesa
de un nuevo amanecer.

En mi soledad, no te exijo nada,
solo que sigas brillando,
que sigas siendo esa chispa inmortal
que convierte mis noches en poesía.
Porque mientras existas,
la melancolía será menos fría,
y la esperanza más cercana,
como un horizonte al alcance de mis manos.

Tú, mi estrella,
eres más que un reflejo en el cielo:
eres el eco de mis anhelos,
la llama que nunca se apaga,
el hogar que encuentro
cada vez que miro hacia arriba
y me doy cuenta de que no estoy solo.

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